viernes, 27 de junio de 2008

Algo sobre Ética, persona y sociedad (o sobre mi experiencia del árbol verano 2008).






Del árbol Verano 2008 creció un grupo de 21 jóvenes a quienes impartí el curso "Ética, persona y sociedad" en el Tecnológico de Monterrey, Campus Guadalajara. Tres horas diarias de lunes a jueves, durante un mes, nos permitió ascender no sólo a pueblos de teorías y conceptos, sino también a latentes realidades del mundo y de nuestro contexto situacional. Las experiencias que los estudiantes han vivido como ciudadanos de sus propias regiones (la mayoría radica en Guadalajara, pero algunos de ellos llegaron procedentes de Tapachula, Chiapas; Morelia, Sinaloa, Monterrey y del D.F) fueron paquetes a revisar y confrontar desde la perspectiva de no fetichizar conceptos sino de servirnos de éstos en el afán de mirarnos con mayor profundidad y, así, devenir ciudadanos prestos a actuar de manera ética en las esferas tanto privadas como públicas. Pero, no pretendido ser del tipo de profesor viviendo en la creencia que es el único surtidor de conocimientos y experiencias (por supuesto) lo que aquí quiero remarcar es mi agradecimiento a cada uno de mis estudiantes, por lo mucho que pude aprender de sus propias experiencias. ¿Y cómo no habría de hacerlo?.. Caería en el juego de lo no ético al negarme escuchar las voces nuevas y yo no quiero plegarme a la lógica del eterno retorno a lo mismo porque detesto la gerontocracia.



El árbol verano estuvo conformado por Thalia Ortega, José Miguel Ramírez Parra, León Couturier, Bernardo Loaiza, Paola Madero, Christopher Kauffman, Alondra Rivera, Erika Calderón, José Miguel Vega, Cindy Alejandra, Nataly Martínez, Ana María Olivares, Adoniram Joaquim, Fabiola Muñoz, Hugo Martín Sánchez, Diego armando, Vanessa Bechelani, Aarón Romo, Juan José González, Carlos Alberto Lopez y Germán Salman.



Entre múltiples horizontes reflexivos dándanos mucho a pensar, nos sirvió tanto la luz proveniente del Marroquí poeta y filósofo Tahar Ben Jelloum, como la del poeta del Cairo, Edmond Jabès. Del primero resuenan en mi mente las palabras: "El respeto es algo esencial. La gente no exige que se le quiera sino que se respete su dignidad como ser humano. El respeto consiste en tener consideración, deferencia."






Mientras pasaban los días fuimos haciendo conciencia en la actitud filosófica necesaria para no caer en la soberbia y simplicidad de creer que sabemos mucho y tenemos todo claro. En efecto, Contraria a la actitud filosófica, existe una tendencia casi generalizada a no poner entre paréntesis preconceptos con referencia no sólo a determinadas temáticas sino --y lo que es peor-- respecto a las personas.

Por horror a la vulnerabilidad, podemos tener la tendencia de creer conocer diversos temas sin cuestionar si lo que se sabe puede en verdad fundamentarse. Parafraseando aquí al filósofo Xavier Rubert de Ventós, podemos decir: creyendo ver claro, navegamos, entonces, entre un cúmulo de creencias y superticiones, pues si algo no nos importa lo despachamos arrojándole cualquier concepto; cometiendo, con esa manera de comportamiento, faltas a lo que debería ser una verdadera búsqueda filosófica. El filósofo Rubert insiste en que el colmo radica en las graves calumnias arrojadas contra quienes nos parecen extraños: es un despistado, un bueno para nada, “un analfabeto que va de posmoderno”... Rubert remarca, también, que solo lo que se ama es susceptible de ser conocido; por ello subraya: “Solo la ternura del corazón nos da la medida de la dureza y torpeza del entendimiento” (Véase: Ventós, Xavier Rubert de --2004-- Por qué la Filosofía, Sexto piso, México).

En esta foto, Paola Madero expone sus aspiraciones, retos, aprendizajes y desafíos.

Como no es mi pretensión llenar este espacio mencionando un cúmulo de conocimientos adquiridos; expongo a continuación un video que resume, de creativa manera, uno de los ejes del curso: el valor de ser honesto. El video fue elaborado por el estudiante Aarón Romo y forma parte de una de las actividades que promoví en nuestro árbol verano. El filme no dura más de dos minutos y, con el permiso de Aarón, aquí lo dejo. Considero que vale le pena mirarlo:


martes, 24 de junio de 2008

En "Todo sobre mi madre"[1], El personaje de nombre Manuela hace posible el milagro.







Dentro de los horizontes de la vulnerabilidad lanzándonos a perspectivas de desear devenir mejores que buenos, aparecen los rostros innolvidables de Manuela, Esteban, Agrado, Huma, Nina, Rosa, Lola y un bebé que tal vez vivirá… Innolvidables, digo, porque al navegar en el sueño de sostenerse libres, se transparentan asumiendo el dolor.

Es poco o casi nada lo que voy a decir en este espacio (a veces le robo tiempo al tiempo para hacer brotar lo que no puedo dejar apolillándose en los baúles de mi corazón) sobre este filme magnífico como una casa; casa punto de partida para hablar sobre diversidad de temas que atañen tanto al asunto de la pluralidad humana como a la realidad más real desprendiéndose de nuestra condición de fragilidad.

Desde la vulnerabilidad puedo hablar de la libertad expresada en el filme Todo sobre mi madre y escojo ese aspecto no sólo porque le encuentro gran relación con el texto de Juan María Cloavel (Madrid 1997)[2] que de manera reciente leí en mi clase de Filosofía y Cine tomada en el ITESO; sino y, sobre todo, porque la vulnerabilidad es un tema central en la ética; en la ética de la hospitalidad; al menos. Y es la ética que hace disrupción con los mecanismos de poder, la que obtiene mi interés.

El buen anfitrión de los rostros antes mencionados es el prestigioso director de cine Pedro Almodóvar, quien ha sabido leer la grandeza impresa en el dolor de los otros y nos la muestra sin cortapisas dentro de una historia que bien puedo categorizar perteneciente a los territorios de la hospitalidad; territorios donde, en efecto, la literatura y el cine han hecho geniales atribuciones.

Puedo sintetizar la historia en la que se basa Todo sobre mi madre como una historia de recomenzamientos. Al respecto, La filósofa Hannah Arendt mencionó alguna vez que “la libertad es la capacidad de comenzar;" así lo creo. Y, también, desde esa perspectiva, un día escribí un poema cuyo inicio dice:


Encontrar es morir

no hallar remedio

El poema es más largo y si lo menciono es porque creo con firmeza que después de vivir la amargura es posible encontrar un territorio libertario. Territorio desde donde podemos ir dejando atrás cautiverios y, de esa manera, tener la posibilidad de experimentarnos como humanos en busca de más libertad. Humanos-libres-frágiles, pero construyendo proyectos con los valores de valentía, perdón, y fe; como lo sabe hacer Manuela: mujer cuya grandeza sólo puede ser entendida más allá de la lógica condenada y condenatoria. Sí, la libertad manifestada en este más que ser, me partió el alma y, ¿cómo no habría de hacerlo si después de un duro proceso de duelo, no sólo por la muerte de su hijo Esteban (aún adolescente) recibe a Lola quien le hizo tanto daño y lo hace desde el fondo más amplio del recibimiento: el perdón que no se proporciona con palabrería?



Manuela no se cansa de valorar lo humano por lo frágil y, dejando atrás reduccionismos con los que muchas veces el mundo se hunde en un vaso de agua, recibe y por lo tanto es recibida no sólo por esas personas a quienes ampara, pues es recibida por la vida y con el regalo misterioso de otra vez ser madre. Manuela como el personaje Agrado, están libres del miedo y esa perspectiva produce el milagro que salva.

[1] Filme de producciones El deseo, Pedro Almodóvar. Todo sobre mi madre (España 1999).
[2] Clavel Juan Masía, El animal vulnerable, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 1997.

domingo, 22 de junio de 2008

Junio con risa de Iván.





Hace seis años cuando había pasado mucho tiempo de un instante (o quizás nada de tiempo porque percibo misterio en esta vida) Sol –mujer nacida en México y además renacida en otras galaxias—; Sol: mujer quien el árbol de la vida, con el movimiento abierto de sus brazos, hizo que fuera amiga: detuvo en la puerta de mi casa una carreola para que mi humanidad contemplara el rostro de su niño recién nacido. Sí, Sol detuvo una ca-rreo-la en el umbral para acentuar lo inmenso; lo inmenso porque el rostro de un bebé lleva fuerza para hacer bajar cometas a señalar la ruta hacia encontrar el inicio de lo nuevo.

Pero no solo Sol Arreola; también Julien Collado –el padre del pequeño— estaba ahí en un ala de la puerta. Julien sujetaba el otro extremo de la carreola mientras decía: “¡Te traemos una sorpresa!”. Julien, amigo también fruto del árbol ya citado; amigo nacido por vez primera en Francia y que se pasó a habitar en la mirada del nacido recién en este mundo: Iván.

Después de días, meses, años y almanaques que no son del todo ciertos: tuve la oportunidad de ir aterrizando al hoy para presenciar a Iván –que en este mes cumplió seis años– sin rollos de adultos. Y lo observé bailar y, mientras eso hacía , me di cuenta que un baile como el suyo dice lo que no se puede decir cuando estamos atrapados en la desesperanza. Doy gracias a Iván por su inspiración-aspiración diciendo salud a lo que rota. Y agradezco a Sol, Julien y a la música ( por supuesto) por contribuir para que este junio sea tan Géminis como la risa.