lunes, 30 de junio de 2008

¿Qué se gana en un partido de fútbol? (Una leve patada a la Eurocopa).


Demos el globo terráqueo; démoslo a los niños siquiera por un día”, reza el verso de un poema y creo que quien lo escribió pensó en los niños que podemos llegar a ser los adultos y no en el niño como retroceso cifrado en el infantilismo. En efecto, si confiamos en la teoría junguiana (o en otras tantas sabidurías liberadoras) llegar a ser como niños es procurar, en la edad adulta, el rescate de los tesoros de la infancia: la espontaneidad, la libertad y la creatividad, habiendo curado –por supuesto-- en definitiva, el narcisismo que también marca al niño histórico. Si menciono hoy lo del niño como posibilidad es porque aunque no soy fanático del fútbol, disfruto con real apasionamiento cuando a quienes considero verdaderos atletas se debaten en una contienda y, entonces, trato de dejar entre paréntesis la carga mercadotécnica que conlleva, con su radical injusticia, y hago el esfuerzo por mirar adultos vueltos niños pateando un balón como se debe patear toda obstrucción en la tarea de llegar a ser verdaderos seres humanos. Pero este mecanismo que disfraza la realidad, es un fatal autoengaño; lo sé y lo lamento.

¿Les parece justo que “el niño” Fernando Torres tenga la posibilidad de comprarse una casa de millón y medio de pesos cada cinco días?[1] ¿O que Ronaldinho quien gana setecientos diez mil euros por mes (dejando aparte la estratosférica millonada que obtiene por publicidad) pudiera proporcionarse el lujo de obtener siete casas cada treintena? (contando lo que obtiene en publicidad podría adquirir veinte casas de millón y medio de pesos, cada una, por mes.)[2]

Confieso, pues, mi vergüenza al expresar mi implicación en el movimiento de mirar el fútbol cuando hay campeonatos del mundo o torneos parecidos a copas europeas, porque de sobra sé sobre la radical injusticia en que están cifrados. Pero si de algo valen mis disculpas, sirva explicar mi observancia de dichas contiendas pensando que “el mundo está en otra parte”, como dijera la inmortal escritora Elena Garro. Y si miro el fútbol es porque me considero deportista de corazón como quiero serlo en mi tarea de escritor.


¿Cómo pudimos permitir que un solo jugador de fútbol pueda ganar las apabullantes cifras, que ya mencioné, en un mundo donde una gran parte de los habitantes tienen como almohada una piedra y la intemperie como casa? En el mundo donde cada día hay un poco más de veinticinco mil personas muriendo de hambre, ¿pueden ser seres con verdadero corazón de niño quienes patean el balón en un campeonato internacional de fútbol? Si me hago estos cuestionamientos se debe a que también reconozco lo valioso de lanzar un balón como es necesario patear lo serio para dejar de mandar a paseo a los niños maravillosos que podríamos ser.

Me lanza a escribir estas letras el hecho de que mi equipo favorito, en esta copa europea fue, desde siempre, España… y tal vez se deba a que, culturalmente hablando, es el país europeo más cercano a México y yo aunque viva en Guadalajara, Jalisco, nací en Motozintla, Chiapas. Y porque en el equipo Español se enuentra un niño que ojalá no sólo lo sea por sobrenombre. En efecto, me dio gusto ver a Fernando Torres anotando el primer y único gol que llevaría al triunfo a la escuadra española en el minuto 33 del primer tiempo. No soy nadie para juzgar en lo individual a Fernando Torres y a muchos de su altura futbolística. Puede ser que ese prodigioso atleta sea un millonario presto a ayudar para que otros vivan de manera digna. Pero “el niño” Fernando Torres, como ser inteligente, debería plantearse que si él puede obtener en un mes tan elevadísimo salario, ¿cuánto ganarán, entonces, empresarios dueños de equipos, de estadios o de empresas parecidas a las televisivas? Y lo que atañe a jugadores de fútbol puede aplicarse a seres que, enforrados en la soberbia, dirigen empresas vendiéndose como buenas personas. Si lo hasta aquí dicho tiene cumplimiento en el mundo es porque se efectúa a pie juntillas la sentencia: “En el país de ciegos el tuerto es rey”.

Para no atosigar con palabrería este escrito, quiero terminar diciendo que deseo un mundo donde verdaderos seres con corazón de niño jueguen partidos de fútbol o dirijan el destino de empresas y naciones. Que verdaderos niños y no alimañas debatan los problemas de nuestro país en los congresos. Sí, deseo el porvenir donde lanzar un balón sea verdadera metáfora de patear la porquería del mundo.


<[1] Véase el artículo Classement des joueurs les mieux payé au monde, en http://www.blog-football.net/2965/classement-des-joueurs-les-mieux-paye-au-monde/
[2] Véase el artículo Les plus gros salaires des joueurs de foot, en http://www.paperblog.fr/755272/les-plus-gros-salaires-des-joueurs-de-foot/