miércoles, 16 de marzo de 2011

Sobre LA IMPORTANCIA DE NO VERLO CLARO del autor Rubert de Ventós.


Cuando recién inicié mi maestría en Filosofía y Ciencias Sociales, en el ITESO, la profesora encargada del curso propedéutico nos pidió la lectura del primer capítulo del libro escrito por Xavier Rubert De Ventós (2004): Por qué Filosofía. El capítulo se llama: De la importancia de no verlo claro. Y, a manera de resumen, puedo decir que contraria a la actitud filosófica existe una tendencia, por parte de muchos, a no poner entre paréntesis los preconceptos respecto a lo que se mira. Actitud evidenciando una terrible falta de respeto; pues mejor sería adoptar una actitud investigadora si al mostrarnos como conocedores sólo dejamos entrever nuestra ignorancia. O si al hablar destruimos sin ánimos de edificar. Y, lo aún peor, por horror al vacío o temor a la vulnerabilidad, podemos jactarnos de ser profundos conocedores de determinados temas sin cuestionar si dichos conocimientos pueden en verdad fundamentarse (al respecto, un título universitario tampoco nos da derecho a proferir sandeces). Así, como señala nuestro autor catalán: creyendo mirar con claridad bien podemos estar navegando entre un cúmulo de creencias y supersticiones. Además, si un tema, una circunstancia o alguien nos parece sin importancia, lo despachamos arrojándole calumnias y alejándonos de una verdadera búsqueda filosófica; pues "sólo cuando comenzamos a querer de verdad a una persona o una cosa es cuando sentimos los límites de nuestro conocimiento de ella". En efecto, en este primer capítulo del libro Por qué Filosofía, aquí mencionado, se subraya que el colmo radica en las graves calumnias arrojadas contra quienes nos parecen extraños. Ante esto, Rubert de Ventós al remarcar lo amado como lo susceptible de ser verdaderamente conocido; también subraya: “Solo la ternura del corazón nos da la medida de la dureza y torpeza del entendimiento”. Este autor efectuando un análisis de las supersticiones y creencias, también interroga nuestras propias creencias en plena posmodernidad, pues como los primitivos, pensamos saberlo todo y nos preocupa tener siempre la razón. En este capítulo se dice que ahora basta con hacer referencia a una universidad considerada prestigiosa; a un determinado autor o fuente bibliográfica, para pensarnos en lo cierto; como el caso del padre Ocaña que en sus clases de filosofía decía: Este argumento, como demostración, es en Latín. Así, para muchos, algo es cierto si suena raro o complejo. Ante esta forma de actuación el mismo De Ventós nos señala, cuando menciona a Gracian: aunque muchos son sabios en Latín, suelen ser grandes necios en romance.
Pretender verlo todo claro y tener respuestas para todo, es una necesidad compulsiva y neurótica de quien no ha aprendido a reconocer sus límites como queda ilustrado en el capítulo en cuestión con el ejemplo de Mafalda y Susanita, donde la segunda responde a una sentencia, dicha por la primera, con una respuesta embustera, pero con pretensiones de ser superior a la primera. (La caricatura de Quino que muestro a continuación, viene incluida en el libro de Rubert de Ventós).


Contrario a estas tendencias, se erige el proceder filosófico; proceder que requiere de humildad y valentía para no ceder a las falsas seguridades: “llegar a poner en contacto lo que sabemos con lo que sentimos, lo que pensamos con lo que hacemos; es desconfiar de las explicaciones que satisfacen, arriesgarse a menudo a ver más, o menos, de lo que quisiéramos ver.”
Bibliografía:
De Ventós Rubert (2004): Por qué filosofía, Sexto piso, México.