sábado, 13 de diciembre de 2014

GRADUACIONES UNIVERSITARIAS, AQUÍ Y EN LA ETERNIDAD, DESDE EL TEC DE MONTERREY, CAMPUS GUADALAJARA


Dedico este escrito a Fernando Esteban Larrinaga Robles.
In memoriam.

                                                                   

Hoy 12 de diciembre de 2014 mientras me encontraba en el presídium de profesores para participar en la ceremonia de graduación de las generaciones universitarias 2010-2014, cuando nombraban a cada uno de los estudiantes para la entrega de reconocimientos y, posteriormente, realizar el acto de toma de protesta que los habría de convertir  en profesionistas reconocidos, se me hizo presente el estudiante Fernando Esteban Larrinaga Robles quien llegó a ser amigo (en el sentido lato y más transparente de la palabra amistad) y quien hoy tendría que haber pasado junto a sus compañeros de la licenciatura en Animación y Arte Digital a recibir su reconocimiento de graduado ( pues Fernando Esteban pertenece a la generación 2010-2014). Pero mi  amigo Esteban no llegó hoy hacia la mesa donde el rector,  el profesor David Noel dio los  reconocimientos y  yo por estar cerca de ahí –justamente atrás de los directivos y junto a los demás profesores--  seguramente le hubiera tomado muchas fotografías y él me habría sonreído. No llegó ahí, porque Esteban se graduó en la eternidad apenas el 19 de julio, y subió a recibir su reconocimiento al presídium donde nuestro padre Dios de Bondad  es quien preside. ¿Saben?...No obstante  tener la certeza de saber a Esteban más vivo que vivo en la inmensidad de la luz indeclinable, me hubiera gustado mucho verlo graduase hoy de la carrera universitaria que casi culminó. Me hubiera gustado verlo aquí hoy en el TEC porque soy humano y aunque a mi amigo Esteban –lo sé muy bien—no le gusta que nos pongamos tristes por su ausencia que en verdad es una presencia, mi tristeza fue  inevitable. Debido a ello, le he explicado hoy que mi estar  triste no conlleva la falta de fe de saberlo una existencia trascendida y quien, desde su altura, nos acompaña porque además vive en el continente de mi corazón y en los propios de sus demás amistades y familiares. Y Esteban me respondió como sólo él sabe hacerlo. Verán:

Al terminar la ceremonia, Jesús Flores, joven universitario que  hoy se graduó y quien, aparte de haber sido uno de mis estudiantes, ha devenido amigo a fuer de  habernos  encontrado casi a diario, durante lo largo de cuatro años, en el gimnasio  del TEC,  me buscó para tomarnos la foto del recuerdo y, en ese lapso, me sentí agradecido con Dios y con la vida por sus palabras, frente a mí,  dichas a sus familiares: 

                        ---Él es el profesor Martín Mérida, el autor del  libro que hemos leído en casa: “Los zapatos del niño guerrero” y quien, además, fue mi profesor de Ética. Y  es el amigo con quien durante cuatro años casi a diario platiqué durante mi estancia en el TEC debido a encontrarnos en el gimnasio.

Sentí el sincero abrazo fraterno de Jesús Flores también como una respuesta de Fernando Esteban quien siempre ha creído que, como dice una canción: “Tras lo que ves, lo que existe/ En cada cosa siempre hay un misterio/ Que la vida confío.” Porque, en efecto, para  no continuar estando en el país de la tristeza y debido a que Fernando Esteban gusta de mi amistad y un amigo lo es en las buenas y en las malas, hoy hizo complot con la vida para  proporcionarme una respuesta sincrónica, pues... ¿Saben?..  Fernando Esteban trascendió una forma de ser este mundo el 19 de julio (y nació en 1992) y Jesús Flores nació el 19 de julio de 1992.


Martín Mérida.


martes, 2 de diciembre de 2014

EL DESPERTADOR SIN CORAZÓN



El reloj sonó a las cinco de la mañana y, después de una hora, presuroso me conduje al Tecnológico de Monterrey. Al llegar, el sueño que cargaba no me dejó pensar los motivos de la ausencia tanto de mis  estudiantes, como de mis  compañeros de trabajo,  hasta  que un guardia me aclaró  que eran las dos de la mañana. Maldije a mi reloj y decidí dormir acurrucado en el pupitre como dejado a propósito en un pasillo. Después de  largo tiempo sonó el timbre haciéndome despertar sobresaltado y con la preocupación de haberme quedado dormido en la intemperie del Tecnológico. Pero me encontraba sobre mi cama. Y mi reloj despertador se carcajeaba ahora pretendiéndose alarma escolar.



domingo, 30 de noviembre de 2014

LA MUERTE DE CHOCOLATE*




LA MUERTE DE CHOCOLATE*
                           
                                          Poema de Martín Mérida

La muerte de chocolate
del cacao recibido a través de Quetzalcóatl,
ahí donde los ojos bien secos  
aunque sea por ahora
nos han vuelto a ser de  pequeños.
Aquellos en ser primeros
en entrar al juego
que debe tomarse en serio.

La muerte de chocolate
para la Madre Tierra
que bien disfruta pedazos
de  sus grumos azucarados
(hijos de la tristeza
que nadie --si fue testigo-
cambiaría por dinero).

La muerte de chocolate
de la que hoy  me comí una parte  
como adelanto
amargo-azucarado.

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*Este poema lo escribí hoy 30 de noviembre de 2014 en el Bosque de la Primavera. Bosque donde fui a acampar con amigos y amigas más valiosos (as) que cualquier tesoro.