miércoles, 10 de febrero de 2016

¿QUIÉN PUEDE SOSTENER UNA AMISTAD?



(A propósito del día de la amistad a celebrarse este 14 de febrero de 2016)
                                     
                                                                                                        Por Martín Mérida




Hace unos momentos y a cuatro días de celebrar el día de la amistad (14 de febrero), he abierto espontáneamente el libro “El principito” (Saint-Exupèry, 1943: ch. XXI) donde el zorro, de manera implacable, le dice a su pequeño interlocutor: “como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Este dictamen, proveniente del zorro, lleva el trasfondo argumentativo sobre que los hombres deseamos todo ya hecho, pues una amistad, en efecto, necesita forjarse. Y al forjarse (luego de haber pasado el proceso de decantación necesaria) brota eterna y vencedora de la muerte.

La reflexión del zorro me lleva a recordar unas palabras provenientes del libro de Michael J. Sandel: LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR. Ahí literalmente dice: “Un amigo contratado no es realmente un amigo.” (Sandel, 2013: 97). Por consecuencia: ¿cómo puede tener amigos alguien negado a ver el misterio impreso en lo que no se puede comprar? ¿Cómo dice sentir amistad quien ve en el otro a un socio o una cosa (aunque le llame amigo) para lograr sus proyectos egocéntricos?

Si tuviéramos el poder de clarividencia (por supuesto, para este efecto, no se necesita tanto poder clarividente) podríamos ver a quienes el 14 de febrero, en nombre de la amistad, se intercambiarán globos, muñecos de peluche; tarjetas con frases prefabricadas (y un gran etcétera que excluye a los que se darán regalos vueltos símbolos a convertirse en sacramentos) no son más que enajenados, cobardes y egocéntricos. Seres, productos de la farsa y sin ojos para mirar las implicaciones subyacentes en llamar amigo al otro.

El amor de amistad (como bien lo pensó el poeta, novelista y filósofo Rainer Maria Rilke en sus CARTAS A UN JOVEN POETA) le pertenece al ser humano que habiendo asumido su soledad llega a madurar en el horizonte de quien no quiere aprisionar a nadie ni a nada. En efecto, sólo un ser de este tipo puede verdaderamente ofrecer su corazón. Y ese verdadero ofrecimiento lo hará madurar todavía más, produciendo la magia de hacer madurar más al otro (ambos maduran --lo reitero-- en esa reciprocidad de componentes antimercantílistas y, por lo tanto, sagrada) en el camino de sobrepasar lo mundanal hasta abarcar lo verdaderamente inefable. Porque, siguiendo a Rilke:

“El amor es para el individuo un sublime pretexto para madurar, para convertirse en algo, en mundo: en mundo para sí por amor a otro; es en él una grande e inmodesta exigencia, algo que lo elige y lo llama al infinito.” (Rilke, 1982:61).


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BIBLIOGRAFÍA.

Saint-Exupèry, Antoine de. (1943). “Le petit prince.” Gallimard: France, ch. XXI.

J. Sandel, Michael (2013). “Lo que el dinero no puede comprar.” Debate: México, 97.

Rilke, Rainer Maria y Thomas Dylan (1982). “Cartas a un joven poeta” y “Manifiesto poético.” “Selección de poemas.” Ediciones del 80: Buenos Aires, p. 61.


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