miércoles, 5 de octubre de 2016

LOLIS



El viento, aunque magnánimo de rebasar su fuerza de lo que estamos acostumbrados, me concedió permiso de esparcir hacia los lugares sagrados del Padre de Bondad, las partículas de estrellas de tu hijo, mi amigo-hermano Fernado Esteban Larrinaga Robles. En efecto, el viento al principio parecía impedir, en la parte más alta de nuestra amada montaña Iztaccíhuatl, sostenernos de pie mientras el frío casi congelaba nuestras gargantas de tal manera que era difícil pronunciar sonidos. No obstante, pidiéndole permiso a nuestro hermano Viento me incorporé sin experimentar ningún sentimiento de miedo... Y más bien, escuchando desde la fuerza del misterio que también soy viento, inicié la ceremonia de esparcimiento de partículas de estrellas con palabras precisas y llenas de luz venidas desde lo alto y no solamente de mi cerebro (al Gran Creador doy gracias). Y mis amigos estudiantes, y los alpinistas de gran altura, respondían de pie, y sin miedo, con excelso corazón, desbloqueando sus gargantas de los grados de frío bajo cero:

¡Fernando Esteban!; ¡Gracias por existir y bendecirnos desde la luz de la montaña más alta!

Recibe un abrazo grande, Lolis.

Martín Mérida 





















CEREMONIA PARA PEDIR PERMISO A NUESTRA MADRE TIERRA DE SUBIR AL VOLCÁN IZTACCÍHUATL Y PARA HONRAR A FERNANDO ESTEBAN LARRINAGA ROBLES


(...)

Y el día 26 de septiembre, muy de madrugada, nos fuimos rumbo al refugio Altzomoni, situado a 4.025 metros de altitud y ubicado entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Después de habernos hospedado en ese bendito refugio de nueva cuenta hicimos senderismo cuya meta consistió en dirigirnos a una pequeña montaña con la intención de realizar una ceremonia para pedir permiso a nuestra Madre Tierra de subir al volcán Iztaccíhuatl y también para honrar a mi hermano-amigo Fernando Esteban Larrinaga Robles, antes de esparcir en la cima de Iztaccíhuatl las partículas de estrellas –cenizas— de su anterior cuerpo; porque él tiene ya uno nuevo allá donde no se muere nunca más. En la ceremonia, depositamos flores y caramelos que nuestra Madre tierra recibió con agrado. Posteriormente cada uno de los participantes de nuestro grupo, luego de darle un beso y un abrazo a nuestra Madre, en silenció le contó sus propósitos a lograr en nuestro inolvidable viaje.

Martín Mérida